Se encuentra en el pueblo de Eriste (al que dedicaremos toda una entrada), en el valle de Benasque y fue construido en la década de los 60.
El embalse con Eriste al fondo. Muy pirenaico y bonito si no fuera por la cañería que destroza la montaña.
El embalse se puede bordear por completo y, si exceptuamos el tramo que toca a la carretera para acceder a Eriste, es una vía verde. Se tarda unos tres cuartos de hora en recorrerlo y mi recomendación, si vais allí, es que lo hagáis. Es un camino muy sencillo (se puede hacer incluso con cochecito de bebés).
Al empezar el trayecto os cruzaréis con una casita que parece sacada de un cuento. Y un puentecito que todavía ayuda más a crear esa ilusión. Encontraréis, además, con un letrero que os explicará cosas sobre la fauna y flora locales que vale la pena ver.
A lo largo del camino se forman explanadas de hierba con merenderos. Son muy bonitos y relajantes, y un buen sitio para que los niños jueguen a su aire (teniendo la precaución de que no se vayan al agua, claro). Y se pueden ver... ¡vacas! A Nene le encantan...
El paisaje es magnífico.
Para los niños es realmente espectacular. Hay túneles de árboles, un islote (si el embalse está bajito se puede acceder) y una caseta donde alquilan piraguas para que os deis una vuelta por el embalse. También se pueden pescar truchas (eso sí, si os va la pesca y pilláis algo, coméroslo).
Antes de llegar a la carretera hay que pasar por la presa. Es muy impactante ver por un lado como el agua llega hasta prácticamente la altura a la que estás, y por el otro que hay un gran salto de agua. Cuando la presa está abierta, el chorro de agua es impresionante.
Aquí hay que llevar ropa de abrigo por si acaso aunque sea verano.
El tramo de carretera es un poco peligroso para hacerlo andando, así que, aunque sea más largo, nuestra recomendación es que deis media vuelta y volváis a hacer el camino.
Si vais por esa zona, no dejéis de visitarlo. Os gustará muchísimo.
Saludos excursionistas.
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